martes, 30 de septiembre de 2008

¿Quién cuida a las palomas?

Ahora ya lo sé.
Hoy lo he visto.
Es un señor de pelo blanco. Una calva detrás de las orejas, unos 80 años y una chaqueta azul marino. Un poco grande, por cierto. Anda un poquito inclinado hacia delante, quizá para estar más cerca de ellas. Las manos muy arrugadas, los ojos sonrientes, la boca serena.
Es el señor de las palomas.
Se encarga de guardar las migas de pan duro que han quedado en su casa, quizá incluso las pide en la panadería, las pone en una bolsa y va a la plaza de la concordia. Al verle, las palomas correvuelan a su encuentro.
Por puro interés. 
Comen, y gorgojean. Porque también saben dar las gracias.

Estas cosas te recuerdan que cada uno tiene su lugar en el mundo. Su función.
Me alegra saber que hay gente que piensa en las cosas que yo no pienso...

domingo, 28 de septiembre de 2008

Hola-qué-tal?

No es lo mismo decir buenos días que desearle a alguien un buen día.
Ni es lo mismo decir "hola-qué-tal?" que preguntar: "¿Qué tal estás?".
Pasamos los unos frente a los otros sin mirarnos a la cara. 
Si nos olvidamos de nosotros mismos, ¿cómo no vamos a olvidarnos de los otros?
Qué pena, ¿eh?
¿Este es el mundo que queremos? 

viernes, 26 de septiembre de 2008

despacito, el verano se va

Hoy casi no queda nada del verano. Puede que unas chancletas que hoy te has puesto por equivocación y que te han hecho pasar frío todo el día. Puede que una foto en el fondo de escritorio. Puede que una postal en un cajón.
O quizá ni eso.
El verano se va.
Nos deja hasta el año que viene y con su marcha se nos van la alegría, la libertad, las terrazas y las claras.
El verano se nos va y aún tardaremos 9 meses en recuperarlo. Y vendrá el otoño y sus lluvias, el invierno y sus bufandas, sus constipados y su frío en la mañana.
Y cuando ya pensemos que estamos cerca, aún tendremos que pasar por la primavera y sus flores azules.
Pero llegará un día, que sin darnos cuenta, los días se estirarán, los cielos serán más brillantes y las noches más mágicas.
Y entonces nos alegraremos de haber esperado tanto tiempo para volverlo a ver. Porque si las cosas buenas fueran eternas, no las apreciaríamos tanto.
Además, y pensándolo bien, hace mucho que no me tomo un chocolate caliente... (con churros!)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

1 de diciembre

Un día, no sabes bien bien cómo ni porqué, descubre que es 1 de diciembre. Y sin quererlo, te sorprende.
Te sorprende porque piensas que ayer era lunes, cuando resulta que hoy es domingo. Te sorprendes cuando ayer era verano y hoy llevas cuello alto. Te sorprende cuando pensabas en dónde ir en vacaciones, y ahora piensas en dónde ir en navidad.
Llega un momento del año en que el tiempo se descontrola, se te escapa de las manos y, sencillamente, fluye. Los días son muy cortos, el sol apenas calienta, las mantas roban los domingos, la pereza te impide salir.
Los días son más tristes cuando llega diciembre.
Cuando piensas que ya ha pasado un año más, cuando intentas recordar lo que has hecho lo últimos meses y te quedas en blanco.
Cuando hace más de 2 meses que no te tomas una clara en una terraza, es que es 1 de diciembre.

Aeropuertos

Un aeropuerto es un lugar invisible.
Invisible porque las personas están sin estar en ningún lugar. 
Están de paso. En un trámite. Un trámite de hormigón.
Un aeropuerto es un lugar donde no paran de suceder cosas, aunque en realidad no suceda nada.
Es un proyecto, un lugar donde se habla del futuro o del pasado. Pero nunca del presente. Nadie dice "ey, vamos a pasar la tarde al aeropuerto!".
No. El aeropuerto es una imposición.
La gente se aburre. Y en el fondo, muchos están aterrados por tener que volar. Y llaman a sus parejas, sus madres, sus hijos, o sus mejores amigos. A quien sea con tal de poder escuchar por última vez una voz querida.
Sí, es un lugar invisible porque no existe en las mentes de la gente. Porque se traga el tiempo. Porque preferirías que no existiera. 
El aeropuerto une dos puntos. Pero nadie se une a él.

Los cuarenta y un día

Cuentan que a los cuarenta y un día todo cambia. Que empieza la segunda parte del partido, que mucho ya está decidido y que poco se puede hacer por cambiar.
A los cuarenta y un día estás más cerca de los 50 que de los 30.
¿Cuántas cosas duran 40 años? ¿un libro? se pone amarillo. ¿Un vestido? pasa de moda. ¿una casa? se tiene que reformar.
A pocas cosas se le supone una longevidad superior a los 40. Entonces, ¿por qué al alma sí?
¿De qué material estamos hechos los hombres para resistir tanto tiempo? ¿Y por qué, de repente, un día caducamos?
A los 40 y un día muchas cosas ya se han estropeado.
Y sólo tienes media parte para intentar repararlas.

¿Qué será de nosotros?

¿Qué será de nosotros cuando se nos acabe la juventud? ¿Cuando apenas tengamos fuerzas para andar? ¿Cuando lo que fuimos sea más importante que lo que somos?
¿Qué será de nosotros cuando ya no seamos ni niños, ni jóvenes, ni adultos ni siquiera maduritos? ¿Ancianos? ¿Abuelos?... ¿Viejos?
Pensaremos distinto, hablaremos distinto, viviremos distinto.
Con las vida a la espalda todo se debe ver diferente.
Cuando todo te duele, no debes sentir nada... sólo pena.
¿Qué será de nosotros cuando sólo seamos un recuerdo?
O peor aún. ¿Qué será de nosotros si ni siquiera somos un recuerdo?

Las mañanas son perezosas

Y tardan en despertar.
Abren un ojo, y al ver toda la tristeza que les depara el día, vuelven a cerrarlo. ¿Quién tiene prisa por sufrir?
Perezosamente, las mañanas se levantan. Van iluminando las calles, zarandeando despertares, retirando fundas nórdicas de los cuerpos blanditos.
Las mañanas saben a café y al "tinc" del microondas.
Frías, vacías, duras. Recordando un abrazo de la noche anterior.
Y mientras el agua se desliza por tus mejillas, el día coge la forma de todas las cosas que has de hacer hoy.
Las mañanas huelen a cremitas y a colonia. A ropa limpia y a obligaciones. A rutina y a curiosidad. ¿será hoy mejor que ayer?
Abre los ojos y espera.

Como lágrimas en un tobogán

Así son las gotas de lluvia cuando llegan a un cristal.
Se detienen un instante, miran a través de la ventana, se convierten en voyeurs durante un instante de suspenso, y luego lloran. Se deslizan por su corta vida y se arrastran irremediablemente hacia el suelo. Intentando aferrarse a una vida tras un cristal, huyendo del ciclo vital al que es condenada cualquier gota de agua, que hoy es lágrima en un cristal pero antaño fue lágrima de una niña triste, cuyas gotas saladas fueron evaporadas y empujadas por el viento hasta mi ventana.
Porque la tristeza tiene diferentes motivos, pero siempre adopta la misma forma.
Lágrimas.
Furtivas, incontroladas, desconsoladas o incesantes.
Pero al final, siempre acaban deslizándose por un tobogán, ya sea en la mejilla o en el cristal. Porque aunque uno esté triste, jugar un poco consuela mucho.

Cuando una madre conoce a su hijo

¿Qué extraña magia surgirá cuando le coja la manita?
¿Cuando abra los ojos y la mire?
¿Qué pasará cuando la madre le de el primer beso? ¿cuando lo meza en sus brazos? ¿Cuando huela su piel?
¿Qué sentirá cuando su hijo ya no sea una imagen abstracta sino una foto en la retina, una marca en el corazón, una manita que ya nunca soltará su dedo?
Llega un día en que madre e hijo se miran por primera vez. Y ya nunca lo olvidan. 

Jubilación

Es despertarte por la mañana y quedarte quieto en la cama, decidiendo si levantarte ya, o quedarte un rato más.Hasta que salga el sol.
Es, cuando las sábanas ya te pinchan, mirar por la ventana y contar las horas que quedan. Muchas... demasiadas...
Es vestirse para uno mismo y salir a la calle. Si el quisco ya está abierto. Si el bar ya está listo. Entonces, café, bocata y periódico. Un rato ocupado.
Caminar sin prisas. Mirarlo todo. Sobretodo a la juventud. Y con un poco de envidia. O un mucho, ¿a quién le importa?
Vivir sin mañana, y con demasiado ayer.
Sentarse en la plaza, volar con las palomas. Y encontrarse a ese amigo. Como cada día. Y hablar de la nada. Porque no ha sucedido nada nuevo hoy. (ni ayer)
Esperar la hora de comer viendo en la televisión el nuevo ligue de Ana Obregón.
Luego la siesta.
Y luego el libro de ayer con la tele de fondo.
Y mirar el reloj por décima vez en una hora.
Suena el timbre. Hoy llega tarde.
Tu hija llega como un relámpago. Pone la frente para que la beses. Deja un tupper en la nevera mientras te cuenta que tu nieta ha aprobado el exámen de conducir y te promete que el domingo iréis a Sant Pol.
La puerta se cierra y el aire que se ha movido se convierte en silencio.
Escuchas tus zapatillas arrastrándose por la alfombra.
Y pones la radio. A tope.
Abres el balcón y miras las palomas. Las hojas que empiezan a aflojarse. EL quisquero que ya cierra, la del tercero que llega de trabajar, los niños que sólos aben jugar a la máquina esa.
Y por fin es de noche.
Película. Te duermes en el sofá. Y te arrastras hasta la cama cuando los anuncios te despiertan.
Las sábanas están frías.
Y entonces la hechas de menos.
Mucho.
Qué distinto era todo antes.
Y al mirar la otra almohada, sientes que te sigue sonriendo.
Y entonces, te vuelves a preguntar, ¿por qué, por qué?.
¿Por qué?

Coincidencia

O no.
Pero sucede.
A mi lado, un chico escribe en una libreta como la mía.
Un boli negro. Una mirada perdida.
Coincidencia.
Alegría.
La gente sensible se esconde en cualquier lugar.
Tras una bufanda, tras un cristal, tras un vagón de metro.
Peor de vez en cuando, sale.
Qué coincidencia...

Refugio

Una página en blanco y un lápiz afilado.
Una canción en el ipod.
Un sofá solitario.
Refugio.
Cerrar los ojos un momento.
Lavarte las manos con agua fría.
Quitarte los zapatos.
Refugio es este vagón de metro.
Es dejarse llevar sin pensar en nada. Es parar un momento.
Refugio es un momento.
Incluso bajo la lluvia hay refugio si encuentras un abrazo.
Una manta en los pies.
Una taza caliente.
Refugio es no tener miedo.
Es respirar hondo.
Es hacer sonar los huesos al estirarse.
Refugio es un amigo.
Refugio eres tú.