miércoles, 22 de octubre de 2008

taparse los oídos

Cuando éramos niños y no queríamos escuchar algo, bastaba con taparnos los oídos y decir: "lalalala". 
Éramos niños. Lo podíamos hacer.
De mayores, todo cambia. Incluso esto. Si alguien dice algo que no te gusta, tienes que ser educado y escuchar. No quiero imaginar la cara del que habla si nos tapáramos los oídos y "lalalalala"...
Pero hay días, en que, aunque no quieras, lo oídos se te tapan. Y no puedes hacer nada por destaparlos. Y te encuentras escuchándote a ti mismo tooooodo el día. Un ratito está bien; siempre es bueno escucharse. Pero llega un momento en que te cansas de ti mismo. Acabas encontrándote pedante, aburrido, incluso maleducado. Porque como sólo te oyes a ti, te parece que hablas más fuerte que los demás. Y a esto yo lo llamo prepotencia.
Quizá, cuando nuestro cuerpo nos quiere dar una lección de humildad, nos tapa los oídos y nos hace escuchar las tonterías que decimos. Así, aprendemos a medir nuestras palabras y nuestro ego.

martes, 21 de octubre de 2008

escapar de uno mismo

A veces parece que el alma se escapa de tu cuerpo. Tu cabeza hace mil cosas, con una facilidad y una eficacia increíbles. Pero cuando tomas consciencia de ti misma, te das cuenta que sigues tumbada en la cama con el termómetro bajo el brazo. Y entonces piensas: "¡quiero escapar!"

Hoy me he dado cuenta de que soy prisionera de mi cuerpo. Me cuesta respirar pero ya he imaginado que iba y volvía muy lejos. Me cuesta moverme pero yo ya he escrito millones de palabras. Me cuesta abrir los ojos, pero hoy ya he visto muchas cosas nuevas.

Hay un momento en que crees que eres libre. Pero todo es una farsa. Es imposible escapar de uno mismo. Tenemos la piel pegada al alma. Y eso, no hay quien lo separe. 

martes, 14 de octubre de 2008

Tiempo muerto

A veces me gustaría pedir tiempo muerto. 
Un minuto de reflexión, detener mi vida y pensar. Pensar.
¿Lo estoy haciendo bien? ¿Me va a ganar la vida por goleada o aún tengo opciones de marcarle algún gol? 
Me gustaría tener un entrenador que me dijese: "cuidado, las emociones se te desbordan por la banda", o bien "ataca los problemas de frente", o simplemente que me alentase "muy bien, muy bien, lo estás haciendo muy bien".
¿Quién no necesita que le corrijan los errores? ¿Que le digan cómo lo está haciendo?
¿gana alguien en la vida? ¿O  jugamos un amistoso en el que los goles no cuentan?
Necesito tiempo muerto.
Necesito un entrenador. 


viernes, 10 de octubre de 2008

¿Quién se come a quién?

Algunos días te comes el mundo. Te subes a los tacones y desde allá arriba cualquier problema parece más pequeño. Te pintas los ojos y sólo ves el lado bueno. Hablas alto y cualquier cosa que dices se magnifica. El "yo puedo con todo" se convierte en una bandera que eclipsa miedos, culpas e ineptitud.
Esos días no tendrían que terminar nunca. Porque te hacen crecer el alma.
Pero se acaban. Y no sólo eso. Suelen dar paso a días peores.

Días en los que es el mundo el que se te come a ti. Con patatas, pimientos y si me apuras, con salsa rosa, que es malísima. Todo se vuelve en tu contra, los escalones son abismos y si intentas servir la sopa, se derrama entera. Eres un diminuto. Pero te gustaría que nadie supiera dónde estás. Aunque, curiosamente, ese día todo el mundo te exige. Y tú apenas consigues encontrar fuerzas para pestañear. Porque te aprieta hasta la piel.
Lo mejor de estos días es meterse en la cama y cerrar los ojos.

Si sólo pudiéramos levantarnos sabiendo quién se va a comer a quién... Podríamos saber si nos vamos a caer de nuestros zapatos o si andaremos a un palmo del suelo. Y al menos escogeríamos mejor el calzado.

domingo, 5 de octubre de 2008

el embalse gotea

Los ojos son como un embalse. Siempre están llenos de agua.
Tú vives tan tranquilo pensando que el embalse está bien sellado, pero a veces ves algo, o a alguien, que clava una agujita en tu muro de contención y deja escapar unas cuantas gotas.
Y de repente te encuentras en medio de la calle llorando sin sentido.
Como si te hubiesen pinchado el alma.
Con la cara mojada y el corazón encogido, intentas entender qué te pasa, te sorbes un poco los mocos, secas tus lágrimas con la chaqueta y sigues tu camino.

Y cuando compruebas que no te ha sentado nada mal llorar un ratito, entiendes por qué a veces tienen que vaciar un poco los embalses. Porque si están demasiado llenos, pueden desbordar. 
Como las emociones. 
Ellas también se pueden desbordar.