Éramos niños. Lo podíamos hacer.
De mayores, todo cambia. Incluso esto. Si alguien dice algo que no te gusta, tienes que ser educado y escuchar. No quiero imaginar la cara del que habla si nos tapáramos los oídos y "lalalalala"...
Pero hay días, en que, aunque no quieras, lo oídos se te tapan. Y no puedes hacer nada por destaparlos. Y te encuentras escuchándote a ti mismo tooooodo el día. Un ratito está bien; siempre es bueno escucharse. Pero llega un momento en que te cansas de ti mismo. Acabas encontrándote pedante, aburrido, incluso maleducado. Porque como sólo te oyes a ti, te parece que hablas más fuerte que los demás. Y a esto yo lo llamo prepotencia.
Quizá, cuando nuestro cuerpo nos quiere dar una lección de humildad, nos tapa los oídos y nos hace escuchar las tonterías que decimos. Así, aprendemos a medir nuestras palabras y nuestro ego.