miércoles, 24 de septiembre de 2008

Como lágrimas en un tobogán

Así son las gotas de lluvia cuando llegan a un cristal.
Se detienen un instante, miran a través de la ventana, se convierten en voyeurs durante un instante de suspenso, y luego lloran. Se deslizan por su corta vida y se arrastran irremediablemente hacia el suelo. Intentando aferrarse a una vida tras un cristal, huyendo del ciclo vital al que es condenada cualquier gota de agua, que hoy es lágrima en un cristal pero antaño fue lágrima de una niña triste, cuyas gotas saladas fueron evaporadas y empujadas por el viento hasta mi ventana.
Porque la tristeza tiene diferentes motivos, pero siempre adopta la misma forma.
Lágrimas.
Furtivas, incontroladas, desconsoladas o incesantes.
Pero al final, siempre acaban deslizándose por un tobogán, ya sea en la mejilla o en el cristal. Porque aunque uno esté triste, jugar un poco consuela mucho.

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