Pero de repente, un día, sucede. La calle se queda sin coches, todo el mundo se calla, no se escuchan ni siquiera, unos tacones. En la jungla del ruido, se hace el silencio. Y ese trozo de calle, ese rincón de tu casa, ese pasillo del metro, ese lo que tú quieras, se convierte en tu oasis particular. Un lugar donde sólo escuchas tu respiración. Donde todo late a un ritmo más lento. Donde incluso el reloj se detiene para no estropearlo todo con su tic-tac.
Pero esa magia dura un instante. Sólo uno. Por eso es tan valiosa.
Enseguida vuelve a pasar un camión, el niño vuelve a llorar, los teléfonos vuelven a sonar.
El silencio es muy frágil. Tan frágil que se rompe con sólo decir su nombre.
3 comentarios:
Esos oasis se esconden y son casi imposibles de encontrar... quizá por eso los apreciamos tanto cuando los encontramos!
Es la primera vez que me paso y me encanta tu blog! Repetiré seguro =)
Besitos
Y digo yo:
Y eso. ;-)
me encanta tu blog...
Publicar un comentario