sábado, 13 de diciembre de 2008

la navidad existe

La navidad deja de tener sentido cuando te enteras de que papá noël son los padres. Ese día pierdes la inocencia. Dejas de creer en la magia. Te echan de la infancia con un "¿no lo sabíaaassss?".
A la tristeza de la noticia se sobrepone la inmensa alegría de sentirte muy mayor. Ahora formas parte de los que "ya" lo saben. En ese momento te parece una suerte. Pero cuando eres mayor de verdad te das cuenta que perder la ilusión tan pronto es una desgracia.

Yo pensaba que nunca volvería a recuperarla. Pero me equivocaba.
Ahora, a mis 30 años, la inocencia ha vuelto a entrar en mi vida. Tiene sólo 10 meses, gatea con torpeza y esta mañana estaba alucinado viéndonos montar nuestro primer árbol de navidad. En el CD Frank Sinatra cantaba un bucólico Silent Night, yo intentaba retener las lágrimas de emoción, javi estaba concentrado poniendo las luces del árbol y lucas no podía apartar la mirada de las bolas que yo iba colgando. Lo de las bolitas redondas y brillantes le ha gustado tanto que ha empezado a quitar las que yo ponía para intentar recolocarlas él mismo (sin éxito). Cuando se ha dado cuenta que ya no quedaban bolas para colgar, ha ido a buscar su pelota, ha dicho "tatá" para que le mirase, ha hecho la sonrisa más grande que ha podido y entonces... ha intentado colgar su pelota, brillante y redondita en el árbol. 
En ese momento las lágrimas han dicho que ya no se aguantaban más en mis ojos. Y me he lanzado sobre mi pequeña inocencia de 10 meses para comérmela a besos.

martes, 2 de diciembre de 2008

pasillo de hospital

Ser pasillo del hospital debe ser horrible.

Allí se arrastran los  pasos de los familiares al dirigirse a la habitación de un enfermo. Se habla con los médicos en voz queda. Se llora a escondidas. Se secan las lágrimas antes de abrir una puerta. 
En los pasillos del hospital, huele a  hospital. 

Pero antes o después, todo el mundo abandona esos pasillos. Sonriente, tembloroso, muerto. Da igual. Siempre se acaba deshaciendo el camino. Si hay suerte hasta la próxima vez.
Pero hay alguien que nunca se cansa de vagar por allí.

La muerte pasea a sus anchas. Curiosea entre los enfermos, asusta y juega, viene y se va. 
Camina frente a las puertas entreabiertas, y cuando le apetece, entra en una habitación. Sin llamar...
Y si le gusta, se queda. 

Por eso no me gustan los pasillos del hospital.
Porque te puedes encontrar gente con quien no te apetece encontrarte.